“Tantos años esperando este momento y ahora que lo
tengo…
No sabe la
venganza
Como yo soñé,
como yo deseaba…
Esa belleza me sigue atormentando.
Aunque estén cerrados, sus ojos me rebanan.
Y su mirada me hiela.
Podría volver a caer en la misma trampa.
Y su mirada me hiela.
Podría volver a caer en la misma trampa.
Pero de que me serviría la venganza
De que me serviría…”
De que me serviría…”
La oscuridad del cuarto apenas dejaba que los ojos apreciaran las
ondulaciones de la tinta en el papel, un papel amarillento, desgastado por los
años y al que le faltaba el final del texto. El moho y la humedad dominaban el
habitáculo y las arañas se divertían llenando de fino cortinaje todo objeto que
estuviera a su alcance, los muebles inmóviles y bañados en una fina capa de
polvo creaban el ambiente perfecto para una película de principios de siglo
XIX, las curvas imposibles, estampados de terciopelo y madera malgastada por
los años…
Las habitaciones contiguas y el
salón seguían la misma pauta en lo decorativo, estaban adornadas con fotos
antiguas enmarcadas en marcos de calidad y espejos empañados por el tiempo, aún
así se distinguían las pobres almas que posaron para quedar inmortalizados en
una pared podrida por termitas y tuberías picadas.
Llegando al dormitorio principal
la decoración se iba haciendo mas austera, la puerta del dormitorio mas grande
de la casa carecía de la ostentación y calidad de las demás puertas, esta era
lisa, de dimensiones normales, aunque parecía pequeña al lado de las demás
puertas que guardaron sueños y secretos un siglo atrás, con la llave en la mano
abrí la única puerta que estaba cerrada en toda la casa, giré el pomo
revolviendo el polvo que delataba la ausencia de huéspedes y al empujar la
puerta un muro de oscuridad me hizo sorprenderme, ni una línea de luz delataba
a la estancia, y el aroma a jazmín de la habitación me dejo aturdido, volví con
la linterna y comprobé como las cuatros ventanas estaban tapiadas a cal y
canto, encendí unas velas y la pureza mas extraordinaria baño mis ojos, un
blanco amarillento alumbraba la habitación, el blanco era el único color de la
habitación, y las arañas, la humedad, el moho y el polvo no se atrevieron a
corromper esta habitación durante décadas, abrí las ventanas y la luz bañó la
habitación limpiando el tétrico ambiente de las velas y mi linterna, mis ojos
se acostumbraron y vi que todo, absolutamente todo era blanco, exceptuando la
pluma gris dentro del tintero blanco y un pedazo de papel amarillo que reposaba
en el tocador.
“…solo me serviría para morir en paz.
Y condenar eternamente su pecado
A costa de las almas que se metan en su celda.”
A costa de las almas que se metan en su celda.”
Las ventanas se cerraron de un golpe lleno de furia y
terror, las llamas dejaron de danzar y de nuevo la oscuridad cerro con llave la
puerta y otra alma más se encargaría de mantener la oscura luz de la muerte en
un mundo de blanca oscuridad.