martes, 26 de febrero de 2013

Nota de condena


“Tantos años esperando este momento y ahora que lo tengo…
  No sabe la venganza
  Como yo soñé, como yo deseaba…
  Esa belleza me sigue atormentando.
  Aunque estén cerrados, sus ojos me rebanan.
  Y su mirada me hiela.
  Podría volver a caer en la misma trampa.
  Pero de que me serviría la venganza
  De que me serviría…”

            La oscuridad del cuarto apenas dejaba que los ojos apreciaran las ondulaciones de la tinta en el papel, un papel amarillento, desgastado por los años y al que le faltaba el final del texto. El moho y la humedad dominaban el habitáculo y las arañas se divertían llenando de fino cortinaje todo objeto que estuviera a su alcance, los muebles inmóviles y bañados en una fina capa de polvo creaban el ambiente perfecto para una película de principios de siglo XIX, las curvas imposibles, estampados de terciopelo y madera malgastada por los años…
Las habitaciones contiguas y el salón seguían la misma pauta en lo decorativo, estaban adornadas con fotos antiguas enmarcadas en marcos de calidad y espejos empañados por el tiempo, aún así se distinguían las pobres almas que posaron para quedar inmortalizados en una pared podrida por termitas y tuberías picadas.
Llegando al dormitorio principal la decoración se iba haciendo mas austera, la puerta del dormitorio mas grande de la casa carecía de la ostentación y calidad de las demás puertas, esta era lisa, de dimensiones normales, aunque parecía pequeña al lado de las demás puertas que guardaron sueños y secretos un siglo atrás, con la llave en la mano abrí la única puerta que estaba cerrada en toda la casa, giré el pomo revolviendo el polvo que delataba la ausencia de huéspedes y al empujar la puerta un muro de oscuridad me hizo sorprenderme, ni una línea de luz delataba a la estancia, y el aroma a jazmín de la habitación me dejo aturdido, volví con la linterna y comprobé como las cuatros ventanas estaban tapiadas a cal y canto, encendí unas velas y la pureza mas extraordinaria baño mis ojos, un blanco amarillento alumbraba la habitación, el blanco era el único color de la habitación, y las arañas, la humedad, el moho y el polvo no se atrevieron a corromper esta habitación durante décadas, abrí las ventanas y la luz bañó la habitación limpiando el tétrico ambiente de las velas y mi linterna, mis ojos se acostumbraron y vi que todo, absolutamente todo era blanco, exceptuando la pluma gris dentro del tintero blanco y un pedazo de papel amarillo que reposaba en el tocador.

              “…solo me serviría para morir en paz.
              Y condenar eternamente su pecado
               A costa de las almas que se metan en su celda.”
   
          Las ventanas se cerraron de un golpe lleno de furia y terror, las llamas dejaron de danzar y de nuevo la oscuridad cerro con llave la puerta y otra alma más se encargaría de mantener la oscura luz de la muerte en un mundo de blanca oscuridad.

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